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  • Pregunta: Pregunta: ¿Cómo explica Carnegie el éxito de Estados Unidos? ¿Crees que tiene razón? Andrew Carnegie sobre “El triunfo de América” (1885) El magnate del acero Andrew Carnegie celebró y exploró el progreso económico estadounidense en este artículo de 1885, luego reimpreso en su libro de 1886, Triumphant Democracy. Las viejas naciones de la tierra avanzan a

    Pregunta: ¿Cómo explica Carnegie el éxito de Estados Unidos? ¿Crees que tiene razón?

    Andrew Carnegie sobre “El triunfo de América” (1885)

    El magnate del acero Andrew Carnegie celebró y exploró el progreso económico estadounidense en este artículo de 1885, luego reimpreso en su libro de 1886, Triumphant Democracy.

    Las viejas naciones de la tierra avanzan a paso de tortuga; la República pasa atronadora con la prisa del expreso. Los Estados Unidos, el crecimiento de un solo siglo, ya ha alcanzado el rango más alto entre las naciones, y está destinado a superar pronto a todos los demás en la carrera. En población, en riqueza, en ahorro anual y en crédito público; en libertad de deudas, en agricultura y en manufacturas, Estados Unidos ya lidera el mundo civilizado.

    En el futuro lejano de esta nación gigante no necesitamos buscar mirar; pero si echamos una mirada hacia adelante, como lo hemos hecho hacia atrás, durante sólo cincuenta años, y asumimos que en ese corto intervalo no ocurrirá ningún cambio serio, nos sorprende el hecho asombroso de que en 1935, dentro de cincuenta años, cuando muchos en la edad adulta seguirán vivos, ciento ochenta millones de republicanos de habla inglesa existirán bajo una sola bandera y poseerán más de doscientos cincuenta mil millones de dólares, o cincuenta mil millones de libras esterlinas de riqueza nacional. Hace ochenta años toda América y Europa no contenía tanta gente; y, si Europa y América continúan su crecimiento normal, pasarán poco más de otros ochenta años antes de que la poderosa República pueda jactarse de tantos ciudadanos leales como todos los gobernantes de Europa juntos, porque antes del año 1980 Europa y América tendrán cada uno una población de unos seiscientos millones.

    Las causas que han conducido al rápido crecimiento y engrandecimiento de esta última incorporación a la familia de las naciones constituyen uno de los problemas más interesantes de la historia social de la humanidad. Lo que ha producido resultados tan estupendos: un desarrollo tan incomparable de una nación dentro del carácter étnico de la gente, las condiciones topográficas y climáticas bajo las cuales se desarrollaron, y la influencia de las instituciones políticas fundadas en la igualdad de los ciudadanos.

    Ciertos escritores en el pasado han sostenido que el tipo étnico de un pueblo tiene menos influencia en su crecimiento como nación que las condiciones de vida bajo las cuales se desarrolla. El etnólogo moderno lo sabe mejor. Solo tenemos que imaginar lo que sería Estados Unidos hoy si hubiera caído, en un principio, en manos de cualquier otro pueblo que no fuera el colonizador británico, para ver cuán vitalmente importante es esta cuestión de raza. …

    El segundo factor, y quizás igualmente importante en el problema del rápido avance de esta rama de la raza británica, es la superioridad de las condiciones bajo las cuales se ha desarrollado. El hogar que le ha tocado en suerte, un dominio más magnífico que el que ha acunado a cualquier otra raza en la historia del mundo...

    La unidad del pueblo estadounidense se promueve aún más poderosamente por la base sobre la que descansa la estructura política, la igualdad de los ciudadanos. No hay ni una pizca de privilegio en ninguna parte de todas las leyes. El derecho de un hombre es el derecho de todos. La bandera es garante y símbolo de la igualdad. No se castra al pueblo haciéndole sentir que su propio país decreta su inferioridad y lo considera indigno de los privilegios otorgados a otros. Sin rangos, sin títulos, sin dignidades hereditarias y, por lo tanto, sin clases. El sufragio es universal y los votos tienen el mismo peso. Los representantes son pagados, y la vida política y la utilidad quedan así abiertas para todos. Así se produce una comunidad de intereses y objetivos que un británico, acostumbrado a las instituciones monárquicas y aristocráticas, que divide al pueblo en clases con intereses, objetivos, pensamientos y sentimientos separados, sólo puede comprender con dificultad.

    El sistema de escuelas comunes gratuitas del país es probablemente, después de todo, el mayor poder individual en el proceso unificador que está produciendo la nueva raza americana. A través del crisol de una buena educación inglesa común, proporcionada gratuitamente por el Estado, pasan los diversos elementos raciales: hijos de irlandeses, alemanes, italianos, españoles y suecos, junto con los nativos americanos, todos para fusionarse en uno, en el lenguaje, en el pensamiento, en el sentimiento y en el patriotismo. El niño irlandés pierde su acento y el niño alemán aprende inglés. Las simpatías propias de los sistemas feudales de Europa, que heredan de sus padres, pasan como escoria, dejando tras de sí el oro puro del único credo político noble: “Todos los hombres son creados libres e iguales”. Enseñados ahora a vivir y trabajar por el bien común, y no para el mantenimiento de una familia real o una aristocracia autoritaria, no para la continuación de un sistema social que los clasifica por debajo de una clase arrogante de zánganos, hijos de siervos rusos y alemanes, de inquilinos irlandeses desalojados, crofters escoceses y otras víctimas de la tiranía feudal, se traducen en estadounidenses republicanos y se unen en el amor por un país que brinda los mismos derechos y privilegios a todos sus hijos. No hay clase tan intensamente patriótica, tan salvajemente devota a la República como el ciudadano naturalizado y su hijo, pues poco sabe el ciudadano nativo del valor de los derechos que nunca han sido negados. Sólo el hombre nacido en el extranjero, como yo, bajo instituciones que lo insultan al nacer, puede conocer el pleno significado del republicanismo.

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    Solución

    Andrew Carnegie es uno de los empresarios más exitosos y filántropos más reconocidos de Estados Unidos. Se le considera uno de los "constructores" de Estados Unidos, ya que su negocio ayudó

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